
Al Flaco Traverso se lo sigue extrañando. Por su manejo, por su anecdotario inagotable, por sus enseñanzas y por sus bravuconadas que hicieron historia en el automovilismo.
Cómo entender la vida, cómo caminarla, cómo disfrutarla… Enigmas, dudas, interrogantes, certezas, en fin, un poco de todo. Parándonos en un vértice, cualquiera de ellos, podemos definir que la vida es versatilidad, movimiento, cambios, metamorfosis, que acercan y distancian situaciones, rostros, gente.
Así, aparecen los vacíos, que no son otra cosa que una producción en serie de las ausencias. Entonces, la “melanco” gana el centro de la escena, se hace dueña de la escenografía y las remembranzas nos hacen presas suyas. Ese es el contexto generado un año atrás por la partida de este plano de Juan María Traverso.
En consecuencia, el nudo se hace duro, los lagrimales flaquean y la emoción junto con la angustia arma un desconsiderado pacto contra quienes añoran su presencia. Sí, lo primero que surge es eso: ¡Cómo se te extraña, Flaco!
Ante cada ruido de escapes, la pasión se encenderá inalterable en cada hincha. Pero, desde 365 días algo falta, no es lo mismo. Claro, Juan María ya no está, pero no es sólo eso. Es que con él se fueron los duendes mágicos de su experiencia, la atracción de su palabra, la sonrisa ante los diferentes capítulos de su inagotable anecdotario, y hasta una manera de entender el deporte motor.
Del Flaco se extraña… El aderezo que él sólo era capaz de adosarle a un finde de fierros, asado y ruta. La pimienta aparecía desde su lengua filosa, atrevida para muchos, que no dejaba dudas a la hora de enviar un mensaje.
Hoy la sociedad muestra un perfil muy distante a los años de apogeo de Juan María Traverso. Quizás se lo hubiera tratado vaya saber de qué, pero esa “mala educación” que a muchos incomodaba, hablaba de un tipo frontal, que no se guardaba nada afuera de la pista y que iba al hueso. Con dos aristas: el de calentón con toda la furia a pleno; y aquella en la que habitaba el tono jocoso, irónico y hasta campechano.
Fue uno de los más simpáticos “puteadores” que se haya conocido. Seguramente en el podio está el Flaco, junto con Federico Luppi con su “Arteche y la puta madre que te parió” (película Plata Dulce, de 1982) y con Diego Maradona que espetó varias veces “Hijos de puta” contra los tiffosi que silbaron el Himno Nacional argentino previo a la final del Mundial ante Alemania (8 de julio de 1990 en Roma).

Río Cuarto con Gabriel Ponce de León (23 de mayo de 2004); San Juan con el Pato Silva (septiembre de 2001); Chaira Redolfi (Paraná, noviembre de 1997) sucesos que se hacen un lugar rápidamente en el inconsciente colectivo y que tuvieron al Flaco como protagonista. Cómo olvidarlo si se llevó lo mejor, tal reza la letra de una canción de Rodrigo.
Sus bravuconadas fueron parte de su aura fierrero. Jorge Pedersoli, Cristian Avila, los mecánicos, todos en algún momento fueron testigos de esa ira cuando el auto no iba ni para atrás. Aquellos portazos, seguidos por un rosario de insultos contra propios o extraños eran parte de ese aderezo que el Flaco, sólo él, podía generar.
Y ni hablar de los cruces con Marcos Di Palma. “La Rubia”, como lo había bautizado al menor de los pibes de su amigo, el Loco Luis. Llegaron hasta la Justicia con ese duelo que sacaba chispas en la pista, pero que se fue más allá del asfalto. Tras el retiro de Juan María hubo reconciliación.

Con todo esto –o sin todo esto- cómo se hace para no extrañarlo, si se llevó esa puteada dócil, quirúrgica y hasta amigable, pero que además contenía una justa dosis de ironía. ¡Y que no suene como una apología de la ofensa al prójimo. No, nada de eso. Que no suene a tanto!
Del Flaco se extraña… Una forma de hacer automovilismo. Quienes crecimos admirando al Flaco, el Loco Di Palma, Cocho López, Patita Minervino, Mouras, Urreta, Tito Bessone, el mismo Ortelli, el Gurí, y tantos otros, podemos mirar entre líneas y entender que una cosa era la pista y otra la amistad o la buena convivencia.

Traverso así lo entendía. Por eso veíamos a un maestro en el volante, que nada se guardaba, que iba por todo. Que el roce no lo asustaba, que gozaba ir a las chapas. Por supuesto que tuvo seguidores y detractores, como todo ídolo.
Lo cierto es que la realidad es otra. Su voz, con la puteada a flor de labios y ese manejo ríspido, ofensivo y que clavaba la estaca del espectáculo asegurado están en falta. Es que un 11 de mayo de 2024, a su dueño se le ocurrió mudarse y llevarse todo. ¡¡¡Por eso se te extraña Flaco!!!
