Efemérides

“Vasco” Oyhanart: devoto de una raza que nunca se rindió

El ex piloto de Pilar festeja sus 77 años. Oyhanart y el repaso de una carrera en la que fue fiel a Ford y a una forma de entender el automovilismo.

La tecnología con sus innovaciones constantes ha modificado ostensiblemente los diferentes escenarios de nuestra vida. Ejemplos sobran. Para informarnos no hace falta encender una radio, una TV o ir a parada del canillita amigo para hojear el diario. Con un celular en la mesa de luz alcanza. Ya no hace falta las recordadas guías del ACA, en la actualidad una aplicación de maps resuelve el tema de orientación. Las autopistas desplazaron poco a poco a las viejas rutas, que de todos modos bancan los trapos aún. Por supuesto que esta metamorfosis no escapó al automovilismo, en donde todo es diferente. Tanto es así que la profesionalización ha colocado a los pilotos en un solo rol a desarrollar y cumplir: manejar y despreocuparse de otras cuestiones. Así, las distancias con décadas pasadas pasan a ser abismales, pero cercanas también.

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En ese mapa de los 80 y 90  -de más atrás también- vivían los que además de sentarse en la butaca izquierda se arremangaban para meter mano en un motor, en una caja de velocidad o en un tren trasero. Esa estirpe también es presa de la vorágine generada por las bondades del avance tecnológico y no por limitaciones de sabiduría.

Jorge Alberto Oyhanart, quien hoy cumple 77 pirulos (nació el 19 de mayo de 1948 en Exaltación de La Cruz), es habitante de aquella raza teceísta y en Tribuna2 queremos tenerlo presente en días de su onomástico. Supo codearse con gigantes de la ruta y el acelerador como el “Toro” Mouras, Oscar Castellano, Emilio Satriano, “Johnny” De Benedictis, el “Pato” Morresi, el “Flaco” Traverso, entre tantos nombres de lujo.

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Le dedicó fidelidad al Ovalo y así el hincha de La 4 le hizo un lugar reservado para los ídolos de la marca. Siempre estuvo entre los pilotos de punta y jamás renunció a una manera de sentir el automovilismo: salir a ganar, porque no a especulaba con el infortunio del otro.

Ese estilo de guerrero a la hora de guiar al Ford llevó al Vasco de Pilar a adquirir protagonismo y notoriedad en la categoría más popular del automovilismo nacional. Por ello fue uno de los que siempre estuvieron llamados a ser candidatos ante cada inicio de temporada.

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Quizás lo mejor de su recordada faena en el TC se dio en el 1987 cuando peleó mano a mano el título con la Dodge de Oscar Castellano, pero finalmente el Ford blanco y celeste no pudo con la Naranja Mecánica del piloto de Lobería.  Sus números en el TC dicen que corrió 172 carreras, con seis victorias y el mencionado subcampeonato.

También fue parte del Club Argentino de Pilotos (Nissan 300 ZX), del Desafío de los Valientes (Fiat Uno), una competencia que era organizada por Fiat y Sevel Argentina. Previamente había incursionado en Libres Mil (hoy ALMA), en donde fue campeón en 1976, TC del Oeste (título en 1978), aunque nació deportivamente en el karting.

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Un 24 de mayo (se cumplirán 44 años en unos días), en Buenos Aires, se presentaba el TC con una victoria de Roberto Mouras, a bordo de una Dodge. Además, la ocasión marcó el debut del “Vasco” con un Ford celeste que llevaba el  115 en los laterales. Apenas fueron dos vueltas para el de Pilar, que abandonó la serie y no logró largar la final.

El 7 de septiembre de 1986, Oyhanart ingresó al rico y extenso historial de ganadores del TC. Se le dio en la Vuelta de Junín y de allí en más repitió en seis ocasiones más semejante halago. Su última vez se dio en Balcarce, un 23 de abril de 1989.

La temporada 1993 representó una participación con presencias y ausencias, pero al año siguiente tras una sola aparición, decidió el retiro. Es que ya se había posicionado la sangre nueva, como su hijo Mariano Andrés Oyhanart. Pero enseguida encontró el nuevo lugar en el autódromo. Es que se comenzó a dedicarse a la atención y puesta en pista de autos en su propia escudería: “Oyhanart Competición”.

Un gusto en Daytona

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A pesar de haber sido un piloto de una generación que en el inconsciente colectivo asomaba como de consumo de cabotaje, el “Vasco” Oyhanart rompió cualquier intención de etiquetamiento de ese tipo. Porque en los primeros tramos de la década del 90 (fines de 1992) recibió la valoración a tantos años de estar en el candelero y fue convocado para formar parte de la Misión Argentina de la ACTC, que a principios del 93,  participó de las 24 Horas de Daytona, experiencia que se extendió hasta 1998. A aquella gesta concurrieron nueve pilotos de TC, que tuvieron a cargo dos Oldsmobile Cutlass GTS, propiedad de Dale Kreider.

Oscar Aventín, Osvaldo Morresi, “Cocho” López, y Juan Manuel Landa (reemplazó a Roberto Mouras) integraron la tripulación de uno de los autos. En tanto, el otro estuvo a cargo de Jorge Oyhanart, Emilio Satriano, Fabián Acuña y Eduardo Ramos, mientras que el actual presidente de la entidad de la calle Bogotá, Hugo Mazzacane, ofició de piloto  suplente.

Aparecieron problemas de transmisión y de otros elementos de los Oldsmobile, y allí surgió el ejército de mecánicos que armó el “Vasco” para desterrar las inoportunas complicaciones. Así, el primer auto finalizó 8°, con 500 giros, y undécimo el comandado por Oyhanart, Satriano, Ramos y Acuña, con 425 vueltas en la GTS.

El Maestro del mejor de todos

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Si bien el anecdotario es profuso en una carrera de una década en el TC, el “Vasco” de Pilar tiene guardado en lo más profundo de su ser un recuerdo, una historia, una situación, que nadie podrá tocar. Jorge Oyhanart tuvo el placer de llevar en su lancha nada menos que a Diego Maradona. Sí, al 10 y encima ofició de maestro, porque le enseñó a cazar tiburones, una especialidad del “Vasco”.

Todo ocurrió en Oriente, localidad balnearia de Coronel Dorrego (provincia de Buenos Aires). Allí el “Vasco” vacacionaba, o bien se hacía una escapada cada vez que sus actividades se lo permitían. La pesca era el cable a tierra, aunque no se trataba de ir en busca de una tonina o de un pejerrey. La cuestión era heavy: le apuntaba a los tiburones.

Un día cualquiera, el piloto de TC se hizo a la mar, pero ignoraba que los ojos del mejor del mundo lo estaban vigilando. Era nada menos que Diego, quien quedó atraído por la actividad.

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¿Qué hacía el astro allí con su familia? Se habían alejado del ruido mediático. Se trataba de épocas (allá por 1994) en las que Maradona había protagonizado un cruce difícil con los periodistas que montaban guardia ante la quinta en que se alojaba, en Moreno. Alguna vez, contó el “Vasco” que Diego lo esperó en la playa y le pidió que en la próxima lo llevara a ese pasatiempo de cazar tiburones.

El “Vasco” accedió a llevarlo, pero dejó en claro que para hacer esa práctica había que navegar en un horario en que el mar estuviera calmo (en la madrugada casi amaneciendo). A las 5 de la mañana pasó por Diego, pero nadie salió de la casa pese a los dos bocinazos. Se volvieron a ver en la playa, en donde el 10 le imploró que lo fuera a buscar al otro día, y ahí sí hubo encuentro. Sin embargo, hubo inconvenientes con la lancha, pero hubo un tercer intento. Y allí, el 10 también hizo magia sobre el agua: sacó un par de ejemplares de unos 80 kilos. Diego se entusiasmó a tal punto, que convenció a Oyhanart para que se quedara el resto de la temporada, y así fue nomás.

Hombre de Ford, hombre de pesca, hombre de TC. Un “Vasco” que dejó una impronta de una raza que hizo historia en el automovilismo argentino y en el TC en particular.

osvaldo alvarez
Por Osvaldo Álvarez – Periodista especializado y docente universitario
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