Opinión

Tras el debut en la F1: ¿cómo armar el rompecabezas Colapinto?

La adrenalina del debut ha bajado, los elogios han quedado estampados en la página del haber, pero todo ya ha dado paso a la reflexión, al despliegue de estrategias nuevas a partir de toda la rica información que dejaron las primeras 53 vueltas de Franco Colapinto sobre el Williams FW46.

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Los cañones apuntan a Bakú, en donde tendrá lugar el Gran Premio de Azerbaiyán, el fin de semana subsiguiente. Un dibujo completamente opuesto a Monza, que demandará muchas horas de simulador, seguramente, entre otras actividades preparatorias.

Sin embargo, la gran tarea que le espera al piloto argentino pasa por mirarse al espejo, leer lo que ha realizado en el automovilismo hasta el momento para, en definitiva, conocerse con el casco en su cabeza y el antiflama calzado en su cuerpo. Sí, armar su propio rompecabezas.

Se sabe que en el automovilismo hay variedad de ADN. A lo largo de la historia han surcado la Máxima pilotos veloces, agresivos, otros carismáticos, más pensantes, los mesurados, aquellos que priorizan la cosecha de información, o quienes saben transmitir las bondades o carencias del auto. Claro que este último grupo ha perdido cierto espacio con el avance de la tecnología.

La pregunta es: ¿cuál de todos es Franco Colapinto? Quizás el propio joven de Pilar ya se la haya planteado. Pero, en definitiva, es un trabajo individual que irá desarrollando a medida que vaya sumando horas de vuelo sobre el monoposto de la escudería británica. Pero también será observado por el mundo de la F1, compuesto por directores de equipo, colegas, prensa, empresarios, entre otros.

Sus números equivalieron a un aprobado rotundo en el Gran Premio de Italia, que puede esbozar un pantallazo de quién se perfila como Colapinto. Haber girado durante casi toda la carrera en 1m25s dibujó una sorpresa tan grande como agradable. Y más aún; a una vuelta de la bandera de cuadros, bajó su propia marca al clavar 1m23s728.

No es menor el dato que el argentino de 21 años, con la duodécima posición en Monza se convirtió en el octavo mejor de la historia de Williams, a la hora de la comparativa de los 25 debuts de pilotos que lo hicieron en la Máxima arriba del auto del equipo de Grove. El mejor, un tal Jacques Villeneuve, en Australia 1996.

Todo lo citado, sumado a que supo esperar el momento para dar cada uno de los zarpazos que decidió ejecutar en pista, pueden guiarnos a estar en presencia de un piloto frío, cerebral, calculador, cuidadoso. Pero también, el hecho de haberse apartado del protocolo tras el GP itálico y salir del paddock para treparse al alambrado del autódromo de Monza para sentir de cerca y agreceder el aliento de los argentinos, podría indicar que el carisma asoma como otra cualidad, como para ir armando un rompecabezas llamado Franco Colapinto.

En Baku habrá nuevas piezas para seguir con la construcción de aquello que pretende ser una gigantografía albiceleste en la Fórmula 1. Claro, que todavía es temprano para definir ese ADN devenido del gen argentino.

Por Osvaldo Álvarez – Periodista especializado y docente universitario
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