
Juan De Benedictis se dio el lujo de ganar en 16 ocasiones en el TC, la segunda de ellas se dio en la Vuelta de Necochea, su tierra, el 11 de abril de 1982.
En el día a día, entre otras cosas, nos acompañan las famosas frases hechas, que tienen sentido y contenido según cómo y cuándo las utilizamos. Pero, además, toman mayor solidez cuando describen a un protagonista y su realidad. “Campeón sin corona”; “profeta en su tierra”, un par de ejemplos elegidos porque, en este caso, se amoldan al aura de un ídolo que dio el Turismo Carretera. Juan Antonio De Benedictis lleva estas etiquetas colgadas con hidalguía como gajo de la mano.
Al Johnny de Necochea se le negó el 1, y muy a pesar de ello la gente lo recuerda como un enorme referente de ese automovilismo. Y se lo hace saber en cada cruce en un autódromo. Es que, como él mismo lo aseguró alguna vez, es “un apasionado de la palabra TC”.
Se dio el gusto, en cambio, de ganar en su hábitat allá por el 11 de abril de 1982, con la recordada e inconfundible Dodge Polara verde. Ese halago no fue el primero para él, resultó el segundo en realidad, luego de haber ganado en la Vuelta de Pergamino. Pero tuvo todos los aderezos, porque significó ser profeta en su tierra. Se dio en la Vuelta de Necochea sobre el circuito semipermanente “Benedico Campos”, de 6300 metros de cuerda. Era una suerte de triángulo formado por las rutas nacionales N°3 y N° 228 y la provincial N° 86, cuyos vértices son las ciudades de Benito Juárez, Necochea y Tres Arroyos.

Aquel 11 de abril se corrió la Vuelta Necochea en el terruño de Jhonny y de los Occhionero. La gente, como en cada fecha, se agolpaba al costado de la ruta, en donde se peleaba contra los relojes. De Benedictis tenía varios “nenes” con los que confrontar a puro acelerador. El Gaucho Martínez Boero, Emilio Satriano, Occhionero, los Aventín, algunos de los peso pesados de la época.
Jorge Martínez Boero, con el Ford del Quilmes AC, ganó la primera serie seguido por dos Dodge: el local y Eduardo Martínez; la segunda batería fue dominada por el Torino de Ricardo de Arzave, escoltado por Juan Occhionero (Chevrolet), otro dueño de casa, y Osvaldo Sasso (Ford); Emilio Satriano, con un Chevrolet, se impuso en la tercera, con Carlos Nani (Chevrolet) y el Pincho Oscar Castellano (Dodge).
Así se planteó aquella final. El Colo Occhionero empezó con el dominio en los relojes y lo mantuvo durante una docena de vueltas. La Chevy del necochense perdió rendimiento hasta el abandono y el piloto de Chivilcoy, Emilio Satriano heredó la punta. Pero, mucho no duró el Obispo en la punta, porque luego de cuatro vueltas la rotura de un neumático lo mandó a boxes.
A partir de allí el Jhonny comenzó a escribir la historia de puño y letra. Pasó a ser el líder, aunque el Gaucho de Bolívar no le perdía pisada. Era el día para el local, porque Jorge Martínez Boero se pasó en una curva, que terminó por cerrar la carrera a favor de Juan De Benedictis y su Dodge verde. Eduardo Martinez (Dodge), Jorge Martínez Boero (Ford) completaron el podio. Luego siguieron Osvaldo Sasso (Ford), Tony Aventín (Dodge), Ricardo De Arzave (Torino), Mario Di Nezio (Ford), Angel Banfi (Chevrolet), Juan Carlos Vázquez (Dodge) y Roberto Caparello (Dodge).
En los 70 apareció desde la orilla del mar con su manejo sin tapujos, en el que no tenía cabida la especulación. Era ir a todo o nada. Así era el Jhonny de Necochea sobre una pista. Buzo con mangas arremangadas, pendiente de todo, como la mayoría de los pilotos de aquel TC, metiendo mano en el auto junto a su equipo. Así eran los fines de semanas en ruta o en una pista de autódromo.
Un placer verlo cruzado en una curva, con la Dodge o con el Ford, el hincha deliraba y él corría para ganar y sin querer se metió en el corazón de los fanáticos.
Fue habitante de un TC que ya no está. Se retiró en Balcarce en 1995 cuando sufrió un accidente en las tandas de entrenamiento. El taller y los motores pasaron a ser sus nuevos elementos motivadores para buscar un nuevo lugar en un autódromo. Fueron 16 las victorias en la categoría siempre con el Pamperito Verde, como se los conocía a sus autos. No pudo ser campeón en el TC, en donde cosechó tres subcampeonatos: 1986, con Dodge, 1993 y 1994, ambos con Ford. Pero se dio el gusto de ser profeta en su tierra, de ser un campeón sin corona, pero sobre todo, meterse en el corazón del hincha del TC.
