
En abril de 2012, en la previa del Callejero de Buenos Aires y poco antes de ser consagrado Papa Francisco, el Cardenal glorificó la carrera.
Las calles de Buenos Aires explotaban de gente. Se estimaba que había más de medio millón de personas en el Centro porteño para ver la carrera de Súper TC2000 que se disputaría por la 9 de Julio, Avenida de Mayo, Diagonal Norte y el Obelisco.
Eran cerca de las 10 de la mañana de aquel domingo 1 de abril de 2012 y tres autos se estacionaron frente a la Catedral metropolitana. Eran el Toyota Corolla del campeón Matías Rossi, el Chevrolet Cruze de Agustín Canapino y el Renault Fluence de Leonel Pernía.
Pilotos, dirigentes y mecánicos de todos los equipos de la categoría acudieron a la Misa de Ramos, invitados por el cardenal Jorge Bergoglio, quien bendeciría la competencia, los autos y a los deportistas.
“Sentí una gran emoción y un escalofrío que recorrió mi cuerpo”, dijo Mariano Werner, hombre de fe y posteriormente ganador de la prueba especial, al salir de la Catedral.
Un año después, Bergoglio fue nombrado Papa. Hoy, 13 años después, el mundo llora la pérdida del Sumo Pontífice.
