
Alberto Gagliardi, hoy miembro de la ACTC, contó las carreras de la máxima desde el aire, con el avión que seguía a los punteros de cada carrera.
Por más que pasen los años, hay voces que no se apagan. Quedan resonando en la memoria de los fanáticos, acompañando domingos de automovilismo, pasión y ruta. Una de esas voces fue, y sigue siendo la de Alberto “Mono” Gagliardi, ese hombre que no solo relató el automovilismo argentino: lo vivió y lo siguió desde el cielo mismo.
“¡Atento el avión!”, decía Gagliardi, y esa frase se convirtió en su sello inconfundible. No era solo un aviso técnico: era la señal de que algo importante estaba por suceder. El “Mono” fue la voz del aire, el ojo que seguía desde arriba, el vértigo de las competencias del Turismo Carretera en tiempos donde las carreras se corrían en ruta abierta, cruzando pueblos, ciudades y paisajes infinitos.
Las transmisiones desde la altura
Marcó una época, las transmisiones de TC eran auténticas epopeyas técnicas. Con ingenio, valentía y un dispositivo técnico asombroso. Había un relator fijo, un comentarista, varios móviles en distintos puntos del recorrido y un avión que sobrevolaba toda la carrera, siguiendo a los autos que muchas veces superaban los 200 km/h.
Ese avión era el corazón de la transmisión. Desde allí, el “Mono” Gagliardi informaba con precisión quién venía liderando, quién había tomado la punta o quién quedaba atrás. Era Gagliardi desde el aire quien hilaba la carrera en tiempo real, su voz llegaba a todos los fanáticos del Turismo Carretera, que seguían la carrera desde sus casas o sus pueblos.
Una época de proeza técnica y pasión
El Turismo Carretera de esa época era tanto una competencia como un fenómeno cultural. Las transmisiones requerían una gran logística periodística. Fuertes organizaciones se formaron, agrupaban relatores, operadores técnicos, pilotos y cronistas en un trabajo coordinado a gran escala. En ese entramado, la voz del “Mono” desde el cielo, se volvió la guía, el faro que marcaba quién lideraba y cómo se desarrollaba la carrera en cada tramo del país.
“En el 66’ me dieron la licencia para correr, pero justo decidieron poner el avión 2. Así que me guardé la licencia porque había que trabajar”, contó Gagliardi con humor y nostalgia, en charla con Tribuna 2. Porque más allá del romanticismo, lo suyo fue compromiso total con el automovilismo: desde hace 59 años es socio de la ACTC, cuando para ser parte había que afiliarse como corredor.
Más que un relator
Gagliardi no solo transmitía carreras: transmitía emoción, historia y pertenencia. Conocía el deporte desde adentro, sabía leer la ruta como un mapa vivo y entendía que para el público, en un tiempo donde los datos no estaban al alcance de la mano, su voz era verdad.
“Espero no haber sido demasiado pesado. Para la gente, el mejor de los saludos y el afecto de alguien que lo único que hizo fue vivir y sigue viviendo del automovilismo”, dijo quien fue parte de una época donde todo se hacía con esfuerzo y pasión.
El “Mono” Gagliardi, hombre que marcó una época en la historia del automovilismo, con cada relato, fue la voz que vino del cielo. La que gritó “¡Atento el avión!” y nos hizo sentir que estábamos ahí, en plena ruta, vibrando al ritmo de la categoría más antigua del mundo que está cumpliendo 88 años de historia, el Turismo Carretera.
