Visita al bicampeón: Fede Juárez, ícono del automovilismo artesanal
El sol pega fuerte, los vecinos van y vienen, metidos de lleno en el mundo de la feria de enfrente que, con sus precios, se apiada de los golpeados bolsillos matanceros.
El tránsito es casi un pandemónium; autos en doble y hasta triple fila dejan poco espacio para el paso. Se escuchan las bocinas, los saludos a la distancia, mientras en el taller de mecánica pesada descansa el “Exocet” celeste y blanco, según le puso un amigo, que dominó durante toda una temporada, la segunda consecutiva en realidad, del Gran Turismo Metropolitano (GTM).
La joya está tapada, pero Federico Juárez, el bicampeón de la categoría, se encarga de quitar el velo del imbatible Chevrolet 400. El piloto de Isidro Casanova, anfitrión en el taller de la calle Carlos Casares, recibió a Tribuna 2 para prenderse en una charla de fierros, que enaltece el trabajo de entre casa, pone de manifiesto que el automovilismo artesanal no ha arriado las banderas.
Las llaves de boca, estriadas y pico de loro descansan en el tablero. El motorhome sabe que ese fin de semana no tendrá que trasladar a la familia a un circuito. Es que es momento de reflexión y charla.
“En el GTM existe una familia, porque afuera de la pista somos muy compañeros; se rompe algo, se pide por chat, ya que hay una atmósfera de amistad”, relata Fede, y prosigue: “Por caso, piden un radiador y alguien aparece y avisa que tiene uno para prestar. Todos los fines de semana de carrera son así”.
En una carrera en General Belgrano, a Diego Calvo se le había roto la caja y, pese a que peleaba el título, Juárez no sólo le facilitó el repuesto, sino que lo ayudó a colocarlo. “Siempre nos juntamos a comer, hay amistad”, resalta.
El día del bicampeón es “laburar en los dos talleres. Este, donde reparamos los colectivos de La Cabaña con mi viejo; y yo tengo un local de detailing vehicular. Y cuando se puede, cuando aparece el hueco, revisamos el auto de cara a la carrera cercana de ese momento y, los viernes, nos vamos a las carreras en motorhome y en familia”, describe.
A la hora de arremangarse en el Chivo 400, Fede, su padre Coco y su tío Lulo son los encargados de poner todo en orden en el taller de Carlos Casares, que es algo así como el cuartel general de la familia.
La historia propia
La historia del bicampeón del GTM en el automovilismo nos lleva a un par de décadas atrás. Coco corrió con este mismo 400. “El auto era de Juan Carlos Pergolezi del TC Regional; mi viejo corrió hasta el 2015, que fue cuando paró. Vinieron a comprar el auto; un día en un autódromo le preguntaron a mi viejo si lo vendía, y si bien dudó, no se desprendió del auto. No me quería subir porque no me veía manejando un auto, era mucha responsabilidad, porque sabía del sacrificio que representaba correr, y por ahí decía: ‘Si meto la pata y tiro a uno afuera, rompo el auto’. Pero al final me subí”, relata.
Hasta allí lo único cercano a la competencia, arriba de una butaca, era trabajando en una pista de karting en San Justo. Finalmente se decidió en 2017. “Ese campeonato lo peleamos en el GTM; en la segunda carrera que corrí, gané en General Belgrano”, rememora Juárez, quien había debutado en Brandsen, pero en el TC Provincial.
En total suma 15 victorias en la categoría, según este detalle: cinco en 2017; una en 2019; cuatro en 2023 y campeón; cinco en 2024 y bicampeón. “En 2018 paré porque se rompió y no fui mas; en el 2021 no corrí y en 2022 se rompieron cinco motores. No sé qué pasaba, porque nunca los exijo más de la cuenta; ¡era insólito, se rompían regulando!”, esgrime para mostrar la cara fea que también a veces muestra el deporte.
Hoy Federico Juárez es bicampeón de la divisional de tierra (“El automovilismo en la tierra es muy divertido, en el asfalto es como me falta algo”, confiesa), el segundo de la categoría, ya que Matías Martínez se coronó tricampeón con títulos consecutivos en 2005, 2006 y 2007.
El futuro inmediato es el que aparece, más allá de la última fecha en Dolores (1 de diciembre), defendiendo el “1” en 2025: “Decidimos seguir en GTM”, asegura. Pero habrá modificaciones.
Y a modo de adelanto cuenta que, en la próxima temporada, el “Exocet” de La Matanza aparecerá con otro diseño. Será con colores similares, es decir el celeste y blanco. “La idea es hacer una presentación del nuevo auto para ir por el tricampeonato”, indica.
El Chivo 400 campeón mantiene hoy el diseño que Coco Juárez le fabricó a partir de aquella Chevy del Flaco Traverso. “Mi viejo lo pintó así, porque el Flaco era su ídolo. Lo vamos a emprolijar un poco, porque con los choques y los roces hubo que rellenar bastante la carrocería y quedó deteriorado”, describe.
Si bien el GTM seguirá dominado sus fines de semana, Fede piensa en algo más. “Pensamos en un paso al TC Regional algún día, pero se necesita otro tipo de sponsor, ya que hoy son amigos y conocidos los que nos dan una mano. Porque lo nuestro es más tallerista. Acá se tira el centro y se va a cabecear”, comenta con orgullo de ir por un camino elegido, en donde se ha encumbrado como uno de los mejores.
Eso sí, siempre con la llave y el destornillador como compañeros inseparables para estar presto a meter mano en el auto en cualquier momento.