
Se cumplen 25 años del debut de Gastón Mazzacane en la Fórmula 1, ocurrido en el GP de Australia con un Minardi. Fue el último piloto argentino en la categoría madre antes de la irrupción de Franco Colapinto en 2024.
Argentina y la Fórmula 1, juntas, han escrito páginas doradas que forman parte de la inconmensurable historia de la Máxima. Hoy Franco Colapinto ha tomado la posta. En 2024, el de Pilar cortó una ausencia de 23 años de la blanca y celeste en un autódromo internacional en donde se presentaba la categoría madre. En realidad, retomó el camino que había llegado hasta 2001 con Gastón Mazzacane, de cuyo debut se cumplen 25 años.
Fue un 12 de marzo en Melbourne Park, en donde arrancó la temporada 2000 de la Fórmula 1 con la celebración del Gran Premio de Australia. Algo similar a lo que será el próximo fin de semana en el mismo escenario, con “Colapa”, por ahora, como piloto de pruebas de Alpine. A un cuarto de siglo de aquella aparición, los días del “Rayo” pasan hoy por el TC, el TC Pickup y sus responsabilidades como dirigente de la ACTC. Sin embargo, fueron escenas, fotos, vivencias que guarda como verdaderas gemas de la vida, más allá de los fríos números.
Las crónicas de la época afirman que el platense dejó una buena imagen en sus primeras apariciones sobre el Minardi verde fluo y negro. Bajo la rigurosidad del calor australiano, el sueño de tener un piloto argentino en la Máxima aterrizaba en el aeropuerto de la realidad.

Mazzacane había llegado al mismo sitio que había habitado Esteban Tuero en 1998. En realidad, el piloto de La Plata había comenzado la siembra en Faenza en 1999 como piloto de pruebas de Minardi, y esto le valió que en febrero del 2000 ser anunciado como el compañero de equipo de Marc Gené. Era el segundo piloto de la escudería, para subirse a un renovado chasis M 01 con motor Fondmetal V10 (Ford Cosworth). La convivencia, en realidad, era con dos españoles: Gené, el piloto 1, y un asturiano, casi desconocido en ese momento, pero que después hizo mucho ruido, Fernando Alonso, quien era el hombre de reserva. Algo así como El Colapinto de Minardi en ese momento.

Esa primera vez del “Rayo”, que se constituía en el 23° argento en la Fórmula 1, sonó a proeza. Sorprendió en los primeros ensayos con el duodécimo tiempo; en los entrenamientos sabatinos quedó 17° para en clasificación marcar el 22º tiempo, cuya consecuencia fue partir del último cajón de la grilla de la carrera.
El domingo fue otro cantar. Porque poco a poco remó hasta posicionarse undécimo en la fila india. El estreno pintaba lindo, pero en la 40ª ronda la caja de cambios no quiso saber más nada y lo dejó out del primer GP del año, que ganó Michael Schumacher con una aplastante Ferrari.
La bronca del Mazzacane era tan elocuente como lógica, pero había tallado una buena impresión, sobre todo por lo regular de su andar con un auto que claramente no pertenecía al lote de los poderosos.
Al ingreso a boxes le siguió el inexorable abandono, y luego de la charla con sus ingenieros, Gastón confesaba: “Estoy muy desilusionado por no haber podido llegar a la bandera a cuadros… Fue una lástima, porque durante todo el fin de semana no habíamos tenido ningún problema (…); podría haber arribado octavo, un puesto delante de Gené… Lamento haber perdido la posibilidad de alcanzar un buen resultado, que habría sido un buen inicio en la Fórmula 1”.
Ese primer año en la Máxima dejó algunas caricias al alma y mucho de esperanza en función de lo sucesivo. Su mejor resultado se dio nada menos que en Nürburgring, de donde se llevó un octavo lugar en el GP de Europa.

La búsqueda en la memoria nos lleva a Indianápolis, porque en el GP de los Estados Unidos llegó a estar tercero en pista, al menos por algunas rondas sobre un asfalto mojado que se estaba secando. Y hasta logró bancar la presión que le tiró el bicampeón de ese momento, Mika Hakkinen con su McLaren Mercedes.
Pero llegó 2001, año que marcó a fuego la historia de nuestro país. Hubo que tomar una decisión ante la oferta de Alain Prost. Minardi no definía quién sería su proveedor de motores y ante ello, el “Rayo” dejó Faenza para instalarse en París.

Sin embargo, los problemas financieros del Prost Grand Prix hicieron que el proyecto se fuera cayendo más temprano que tarde. Y el 15 de abril de ese año, Mazzacane corrió por última vez. Fue en el GP de San Marino, en el autódromo “Dino y Enzo Ferrari” de Imola. La rotura del motor Ferrari que impulsaba su auto derivó en el abandono en el 28° giro. Sin que nadie lo sospechara, empezó a dibujarse un largo paréntesis en la relación de la Máxima con la Argentina.
El platense tenía muchos demonios acechando en la escudería gala. Jean Alesi, un piloto experimentado, era su compañero de equipo e indefectiblemente ponía la vara muy alta; la presión de un sector de los inversores (se decía que había que apuntaban a un piloto brasileño, algo que terminó ocurriendo) y encima las prestaciones del auto no acompañaban a partir de numerosos problemas mecánicos, que funcionaban como preludio de los inexorables abandonos. Así, sucedió en Australia, en Brasil, en Imola, mientras que sólo en Malasia, Mazzacane logró completar el recorrido bajo la lluvia, en lo que fue una carrera muy atípica.
Entonces, en el GP de San Marino, apareció con fuerza la sensación de la despedida, que se dio días después tras unas pruebas pactadas con anterioridad en Silverstone.
Gastón Mazzacane admitió en entrevistas de la época que aquel proyecto de Prost había sido muy tentador, y que eso lo había llevado a alejarse de Minardi, pero todo había mutado hacia lo negativo en Prost Grand Prix, que afrontaba su quinta temporada en la F1 (el tetracampeón galo en 1997 adquirió la recordada escudería Ligier).
Tras la salida del “Rayo” del “Circo”, durante 23 años nadie pudo ocupar ese lugar. Sólo “Pechito” López anduvo muy cerca (en enero de 2010 fue presentado en la Casa de Gobierno como piloto de USF1, un proyecto que finalmente se cayó por falta de presupuesto), hasta que apareció Franco Colapinto.
Lo cierto es que en el baúl de los recuerdos no sólo anidan resultados, también sensaciones de todo tipo y experiencias únicas que son parte del orgullo. El “Rayo” lo intentó, tomó riesgos que lo llevaron a estar dentro de un grupo selecto de pilotos de todo el mundo que fueron F1. Y no es poco.
