Opinión

Por siempre “Pappo”: música de motores en las venas

Hace dos décadas, Pappo fallecía en un accidente con su Harley.

Se cumplen 20 años de la partida de “Pappo”, perteneciente a una raza especial, que conjuga automovilismo y música.

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“Tocar con BB King fue como si hubiera ido a correr a Daytona con la Misión Argentina”. Una frase que sonará por los siglos de los siglos, siempre desde una columna de seis cuerdas, enhebrada con una voz grave, especial, única. Música y fierros arman un tren imparable llamado pasión. Su maquinista lucía campera de cuero, tachas, pelo desprolijo, unía la velocidad con el arte de conjugar melodías. El Carpo, “Pappo”, Norberto Aníbal Napolitano. Es el mismo, todos están en uno, como él mismo lo filosofaba. “No finjo ser una persona sino que me convierto, son distintos estados de ánimo”.

Un 25 de febrero de 2005, en cercanías de Luján, por la Ruta 5, hizo su último viaje sobre su inseparable Harley. De ahí en más, hace 20 años, tomó vuelo y se ha convertido en una leyenda, que seguirá en algún escenario, en algún autódromo al ritmo de la música de motores.

“Pappo” pertenecía a una raza especial, aquella que congrega a los amantes de la música y los fierros. Todo un virtuoso de las seis cuerdas. La viola en sus manos hablaba, era capaz de transportarnos con un viejo blues -Desconfío suena en You Tube- o de subirnos la adrenalina a límites insospechados rockeando -Susy Cadillac es un estruendo en los parlantes-.

Pappo Osvaldo 3

La otra arista de la pasión muestra la velocidad, el automovilismo. El Carpo compitió en el TC Bonaerense, en el el Club Argentino de Pilotos (CAP), GTA (Gran Turismo Americano), Supercart y TC Pista. Allí también fue feliz, sí sobre el asfalto, que una noche se lo llevó, como si fuera una burla de la vida.

La guitarra se llevaba bien con los fierros, eran buenos vecinos. Aquella pasión que desde pibe desparramó por las calles de Flores con un auto, años después encontraron un hábitat de convivencia en el taller de La Paternal, en donde también hubo espacio para montar la sala de ensayo.

Ese templo lo tenía todo. Guitarras, fierros, sus amadas Chevy, la inseparable Harley-Davidson. Esas manos únicas pasaban de apretar bulones con una llave criquet a acariciar las cuerdas de su viola. Y todo en el mismo sitio estelar.

Ruta 66, No detenga su motor, Ruedas de Metal, Lily Malone, temas que entretejieron lazos entre sus dos amores. Y no fue casualidad que el Carpo encontrara la musa inspiradora entre potes de grasa y manchones de aceite. Alguna vez, él mismo lo explicó desde la simpleza que destilaba en cada declaración. “Si yo fuera almacenero mis canciones hablarían de salames, de mortadela, de queso… Pero no, como me gusta el automovilismo mis canciones hablan de autos… de fierros, guitarras y mujeres bonitas”. ¡¡¡Más claro, echale agua!!!

Pappo Osvaldo 2

Su debilidad por la velocidad lo llevó a ser habitué del automovilismo. Nunca ganó una carrera, pero en realidad no estaba en sus planes, porque lo suyo pasaba por la diversión.

En un charla con el Trinche Carlovich (un genio del fútbol rosarino al que Diego Maradona elogió siempre que tuvo la oportunidad), decía que “a mi me gustaba jugar a la pelota”. Y Pappo tenía algo del Trinche.  «Nunca fui a correr para ganar ni para perder. Yo voy para dar vueltas porque me gusta andar rápido en un lugar donde todos andan rápido», decía desde su lado romántico por los fierros.

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En épocas del CAP, cuando ya era telonera del Supercart allá por el 89, 90, Pappo era un fiel ocupante de la grilla con su Nissan. Una mañana en el Gálvez el auto lo dejó de a pie en el sector de la Horquilla. Volvía hacia los boxes, lo crucé, le pregunté qué había pasado. “¡¡¡Qué querés, es una pizza!!!!”, me dijo con una sonrisa de oreja a oreja y enfundado en su buzo rojo, que avisaba que además de manejar y acelerar, había metido en mano en la mecánica del auto. Había abandonado y no le importaba, porque lo suyo no estaba atado a un resultado.

Cada vez que tuvo la ocasión marcó que había tenido tres maestros: Osvaldo Cocho López, Rubén Bulla y José Bianchi”. Esas enseñanzas le dieron herramientas para entretenerse más y mejor arriba de un auto de carreras.

En los 80 tuvo su primer auto de competición: un TC Bonaerense con motor Torino, carrocería Ford 40. Más adelante adquirió una Datsun 280, le siguió una Nissan y el cuarto una Chevy de TC 4000. El único resultado de peso que supo conseguir se dio en el GTA, con un Chevrolet Lumina, en donde alcanzó el tercer en La Pampa.

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Con el automovilismo hasta llegó a ser parte de una serie televisiva en 1997 que se emitió por canal 13. Su personaje amaba los autos, era Enrique Angelozzi, el mecánico amigo de Carola Casini. En aquella tira protagonizada por Araceli González (Carola era una piloto que intentaba posicionarse en un mundo de hombres), Pappo conoció a Juan Palomino, el otro protagonista de la ficción. De allí surgió una enorme amistad con el actor, a tal punto que en 1998, en el autódromo de La Plata, corrieron juntos con una Chevy de Supercart.

Aquel 25 de febrero de 2005 se originó un vacío que nadie podrá llenar ni ocupar. Es que el Carpo perteneció y pertenece a una raza especial con doble comando pasional. Sólo él pudo encontrar el hilo conductor para desarrollar el arte de las cuerdas puestas a parir melodías y el arte de amar la velocidad, los autos y el automovilismo. Porque siempre fue sobre ruedas.

osvaldo alvarez
Por Osvaldo Álvarez – Periodista especializado y docente universitario
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