
El recordado piloto de Mina Clavero, navegado por el “Bicho” Del Buono, fue el único argentino en ganar una prueba del WRC en Argentina.
Peperina, fernet, cuarteto, el Cura Brochero, Colonia Caroya, el Dique San Roque, todo made in Córdoba. Todo indicativo de una provincia que se destaca por el amor a la música, a su geografía y al rally.
Sus caminos serranos, que van desde el Valle de Punilla, pasan por el de Calamuchita y se extienden al de Traslasierra, derivan en riachos, cascadas de montaña y de agua cristalina, en donde reina la tonada.
El Rally es todo un acontecimiento. Al menos una semana antes, los mejores pilotos y equipos se instalan en el lugar para armar las hojas de ruta, es decir, recorrer en la previa los caminos de competencia. Y aquí es cuando el ida y vuelta entre los protagonistas y el público le da esa calidez especial de la provincia mediterránea.
Las faldas de los montes en Cabalango, San Marcos Sierra, Charbonier o al borde del río Pinto, se preparan para recibir a los hinchas fierreros, que arman su propia celebración pagana. El humo del asado armado cerca de la chata que los transportó un par de noches antes de que pasaran por ese sector los monstruos de los caminos, adorna el escenario natural.
Se escucha a la “Mona” de un lado y del otro aparece Rodrigo, o Banda XXI, o el Cuarteto de Oro, o Sebastián.

Todo era fiesta con música de motores y cuarteto en los días que el Rally Mundial desembarcaba en Córdoba. Y este era y fue el marco que tuvo un tal Jorge Raúl Recalde, el único piloto argentino y sudamericano en ganar una carrera en el Grupo mayor del Mundial de la especialidad.
Un 6 de agosto de 1988, Racalde y Jorge Del Buono anotaron a ese binomio en las páginas doradas del automovilismo argentino. Allí, hoy coinciden y conviven con el Quíntuple, con Froilán, con los legendarios héroes de la Misión Argentina a Nurburgring, junto a los Torino de Ika Renault, con el Lole, con los Gálvez, el Flaco, el Toro…
Ese día la gloria eligió Mina Clavero como sede. Marchó hacia el Valle de Traslasierra para tocar con su varita mágica a un hijo de esa tierra cordobesa. “Caballo de Lona”, como se lo conoció en sus inicios, junto al Jorge “Bicho” Del Buono, un arquitecto marplatense, se pegó un baño de éxito en la edición 1988 del Rally de la República Argentina, el parangón de la Fórmula 1 de los caminos polvorientos que visitaba el país una vez por año.

El binomio argento se llevó el triunfo en el Grupo Mundial a bordo de un Lancia Delta Integrale WRC, con más de tres segundos de ventaja sobre el italiano y gran referente de la época, Miki Biasion, con un auto idéntico, quien fue dueño del título en el 88 y 89. Dicho sea de paso, en el Grupo menor, el Flaco Juan María Traverso, navegado por Rubén Valentini, le dio forma a una tarea de primer nivel con un Renault 18 GTX al que colocó en el sexto lugar de la general.
El podio en el grupo mayor lo completaron Franz Wittmann/Jörg Pattermann (Lancia Delta Integrale), que llegó a 28m57s de Recalde/Del Buono, quienes cubrieron la prueba en 7h05m 16s.
Aquella victoria icónica tiene una historia que se fue escribiendo con destino 1988. Es que Recalde, en 1981, se había clasificado tercero con Datsun 160J, luego en 1984 se subió a un Audi Quattro A2 con el que logró un tercer puesto, mientras que en 1987, con Lancia un Delta HF 4WD, finalizó segundo.
Pero se cruzaría otro Lancia en su camino; un Delta Integrale WRC, que pertenecía a la escudería italiana que era dirigida por Cesare Fioro, quien años después se convirtió en director deportivo de Ferrari en Fórmula 1. Con esa herramienta, Jorge Racalde fue profeta en su tierra, en donde se quedó con 13 pruebas especiales, contra las 15 de Miki Biasion.


En Córdoba todo iba bien, pero la lejanía de Biasion, que se había escapado cerca de cinco minutos en los relojes, hacía que el optimismo descendiera en el Lancia N°2. Pero apareció un suceso de esos que clavan un cambio rotundo. El italiano sufrió un problema eléctrico con un fusible, que le hizo perder mucho tiempo.
De ese modo, el binomio argentino pasó a la punta con una etapa por delante, aunque con dudas a cuestas. Porque no era seguro que el equipo permitiese que Recalde, con Biasion a sus espaldas, se llavara la gloria. Sin embargo, esa orden nunca apareció, porque el italiano respetó al argentino, ya que podría haber exigido ganar.
Es que Miki Biasion tenía un afecto especial por la Argentina a partir de que su primera victoria en el Mundial la logró en Córdoba en 1986. Pero además, durante todo el fin de semana, el italiano fue mimado por el hincha argento, con lo cual supo que no podía sacarle la victoria al ídolo de esa gente que a él lo estaba aclamando en el camino. Por ello, con Recalde y Del Buono en lo más alto, Córdoba fue una fiesta, con caravanas interminables y la gente que se agolpó a la vera de los caminos polvorientos.

En aquellos años, el Lancia era el auto a batir y le adosaba la tenencia de pilotos especialistas para cada lugar. Por caso, los finlandeses para Finlandia o Grecia, los suecos para la nieve, los franceses elegidos para el asfalto de Córcega, mientras que Jorge Recalde era número puesto para el ripio y la tierra de Sudamérica y Grecia también. Es que el Cóndor de Mina Clavero improvisaba sobre el ripio, en donde era un pez en el agua. Y así se ganó el respeto de Lancia.
Luego de copiar los caminos de su Córdoba natal en un acto que rayó la perfección, Recalde, que en 1995 repitió el triunfo en su casa pero esa edición no era válida para el Mundial, vivió uno de los momentos más emotivos de su carrera cuando fue momento de ingresar al estadio Chateau Carrera, hoy el Mario Alberto Kempes.
Las tribunas estaban colmadas, no faltaba nadie. Todos habían querido estar para brindarle una muestra de afecto a uno de sus ídolos de los caminos. Parecía un Talleres-Belgrano o la visita de algún grande de Buenos Aires. El marco era imponente y el estallido superó al bramido de motores cuando apareció el Lancia Delta Integrale N°2 conducido por Recalde, y con el “Bicho” al lado.

Esa trepada a la rampa colocada en lo que era la pista de atletismo del estadio mundialista significó que el Cóndor había desplegado las alas para volar y ser el jefe en el firmamento. Es que se trataba de un hito, de una hazaña con toque argentino y cordobés en particular. Frío, parco, como si la sensibilidad no fuera parte de su ser, Jorge Raúl Recalde vivió aquella hazaña con total naturalidad, a su manera.
Y fue tan hombre de rally que un 10 de marzo de 2001 se fue de este plano arriba de un auto, un Ford Escort RS. Fue durante el IX Rally de Villa Dolores, en donde un infarto lo frenó a los 49 años, aunque no pudo apagar su figura de piloto serio, respetuoso y respetado.
Su partida dejó marcas, ya que el Congreso Nacional promulgó, el 4 de mayo de 2005, la Ley 26.030, que declaró Capital Nacional del Rally a la ciudad de Mina Clavero, pero también se instituyó el 10 de marzo como Día Nacional del Rally Argentino.

En unos días, Jorge Recalde hubiese cumplido 73 años (9 de agosto de 1951). En su infancia sintió atracción por los autos y desde los 8 años se puso al frente de un volante. Junto a su padre, Alberto, el plan de siempre era ir a la ruta a ver autos de carreras. Ese andar hizo que en 1970 arrancara la era de piloto en el Turismo Mejorado, al año siguiente ganó su primer rally en 1971. Más adelante, en 1974 con un Ford debutó y ganó en el TC en la Vuelta de Olavarría; fue campeón de la Clase C del Turismo Nacional, con un Fiat 125, fue parte de los Sport Prototipos y de la Fórmula 1 Mecánica Argentina.
Además, en su especialidad, logró los títulos del Rally Argentino en la Clase 12 (1982), Clase 3 (1983 y 1985), Grupo A Clase 8 (1999 y 2000) y el Absoluto (2000). La estadística general marca que fueron 305 carreras con 71 victorias.
Un todo terreno, cuyo legado ha perdurado en el tiempo, dominante como el Cóndor en las alturas, que con su majestuoso vuelo, es el dueño de la montaña.
