
En pasada doble fecha del Gran Turismo Metropolitano, Diego Calvo ganó una carrera y rompió el karma de abandonos.
A 20 días de una nueva visita del Gran Turismo Metropolitano (GTM) a Brandsen, en los talleres se va forjando el futuro inmediato que se viene.
La figura de Federico Juárez en la clase mayor se antoja a intocable merced a los resultados del bicampeón, que hoy manda en el campeonato 2025. Sin embargo, nadie baja la guardia y elige creer, tal como es el mandamiento de aquellos que luchan hasta el final.
En ese grupo selecto, Diego Calvo anda buscando la solidez que se la había extraviado. Desde su experiencia de sus casi cinco temporadas, apoyada en su perfil de meticuloso y preciso, el piloto de Temperley sabe que la empresa no será simple, que no se tratará de “soplar y hacer botellas”. Sin embargo, tiene para anteponer trabajo, dedicación y aprendizaje como escudos en la batalla con su Chevy número 2.
Arrancó con paso dudoso la temporada, y enseguida se le complicó con tres carreras fallidas. La racha amagaba con “llevárselo puesto”, pero en la doble fecha pasada, desarrollada en General Belgrano, el karma se rindió.
“Necesitaba algo de aquello que los planetas se alinearan. Son casi cinco temporadas que corro, y antes de esto, salvo una en que se rompió una goma que me hizo abandonar, en las demás siempre llegué, porque el auto no se caía”, recordó.

En la primera fecha, allá por abril en General Belgrano, fue 4°, pero y allí comenzó un camino tortuoso, ya que no se clasificó en la segunda y tercera; en la cuarta -ya doble fecha- finalizó 15°, hasta que en la segunda carrera de ese capítulo compuesto (también en Belgrano) volvió a ganar. Y así, adiós fantasmas.
“Por fin se cortó. Es que en las primeras cuatro fechas solo había llegado en una, pero recién en la quinta fecha se cortó esa mala racha”, exclamó y agregó: “En los abandonos o que no llegué al 75 por ciento de las vueltas, fueron cosas simples las que me dejaron afuera. De hecho, en la segunda venía segundo y se soltó la estrella del distribuidor; cambiamos el distribuidor y volvió a pasar con la misma pieza. Increíble. En otra largué segundo, tenía problemas en la caja, ya que una varilla de la selectora se soltó; venía tercero en tercera marcha, pero decidí bancar para llegar. Pero, Curcio me tocó, hice un trompo y quedé tirado”.
Hasta que irrumpió la victoria en la segunda carrera de la doble fecha pasada. “El auto fue un reloj, ya que desde la primera a la última vuelta el tiempo fue parejo con lo cual tuvimos un muy buen ritmo de carrera”, detalló con ese alivio de haberse sacado un peso de encima a flor de piel. Y conjeturó: “A pesar de los contratiempos que sufrimos, en las cinco fechas siempre estuvimos entre los cuatro primeros en los tiempos de clasifica. Esto marca que el auto es competitivo, pero en muchas ocasiones depende de otras circunstancias”.
Todo terminó bien en General Belgrano, pero ya se piensa en Brandsen. “Desarmamos todo para un repaso general, porque no queremos que se caiga nada hasta fin de año”, destacó Calvo y agregó que “el motor tiene cinco carreras y por eso se hará un cambio de metales y retoque general, como el chaperío por el golpe que me dio Curcio”.

Un rival, un amigo
El karma se quebró, pero Federico Juárez, el líder del campeonato aprovechó y se escapó. Diego Calvo lo sabe, lo entiende, pero no alcanza para que se de por vencido, a pesar de que el líder suma 174,5 puntos, contra 84 del representante de Temperley, que se ubica 7° junto a Lucas Barale.
También tiene ilusiones, perspectivas. “Daré pelea y para ello hay que sumar la mayor cantidad de puntos posibles. De ese modo se podrá llegar al final del año con chances de pelear, a pesar de que esas tres fechas que no terminé me complicaron y me pasarán factura”, definió el piloto de Temperley. “Las dos últimas fechas serán con puntaje y medio, aunque todo dependerá de que otro se pare, porque vengo de haber perdido terreno. Así y todo, habrá trabajo para que nada se caiga”, aseguró.
A continuación aceptó el convite de hacer una lectura del campeonato de GTM. “Fede (Federico Juárez) está muy firme, es un piloto joven que anda bien, se equivoca poco; el auto es llegador y sacó ventajas…”, reconoció y esbozó una solución en forma de broma: “Debería dejar de correr un par de carreras… Hablando en serio, lo de Fede no fue de casualidad, siempre está ahí: si no es primero, está segundo o tercero. Por ello, que de ahí para abajo es para cualquiera, porque es como que él juega en otra Liga”.
El GTM se caracteriza por ser una familia en general, afuera de la pista, con lo cual se generan lazos fraternales. “Somos muy amigos, nos prestamos cosas, materiales. Afuera todo bien, pero en la pista es a cara de perro”, definió y explicó: “Es un piloto que no te va a tocar con mala leche, pero no todos son iguales. Con él, podés arriesgarte a una maniobra porque sabes que los dos seguirán arriba de la pista. Además, afuera es un señor”.

Autodidacta
Diego Calvo no deja nada librado al azar o al menos trabaja para que eso ocurra. En aquel 2020 cuando la pandemia se había apoderado del mundo, un entusiasta, un autodidacta en su taller de Temperley dedicó su tiempo, como si fuera un cable a tierra, a armar un auto de competición. “Al auto lo hice todo yo; sólo el motor en aquel momento lo hizo Sergio Ules, de Longchamps. Ahora lo hago yo y Sergio me asesora, mientras que del resto del auto me encargo yo”.
Su atelier representa su musa inspiradora. Allí comparte la actividad que es su ocupación de todos los días con el trabajo en la Chevy y disfruta ese momento. “Siempre me gustó el automovilismo, tuve un auto para las picadas, y correr en circuitos era una materia pendiente. En el peor momento económico previo a la pandemia, dije que si no me subía en ese momento a auto de competición no me subía más. El apoyo de la familia fue fundamental para comprar un auto y en plena pandemia lo armé solo, de punta a punta, mientras que Sergio armó el motor”, reveló.
El enigma es saber cómo lo hizo a partir de que lo suyo no es la mecánica. “Lo hice preguntando, con tutoriales en You Tube; así me hice todo, desde la jaula hasta las suspensiones y antes de que terminara el aislamiento, probamos en los circuitos. En 2020 lo armé y en 2021 empecé a correr”, relató.
El debut absoluto en auto de competición con 50 años de edad se dio con un 7° puesto en Brandsen. “Ese año renegué bastante, porque el auto estaba fuera de los parámetros, pero por ignorar ciertas cuestiones”, apuntó. “El auto estaba tan bajo que cuando frenaba tocaba el piso, porque las pistas de tierra son más abovedadas para facilitar el drenaje del agua. Y así, poco a poco se fue corrigiendo, tanto que ganamos una carrera y terminamos en el tercer lugar en lo que era mi primer campeonato”, enfatizó.
Aquello de ir por el camino más largo, por donde el aprendizaje es la principal estación, le dejó sus beneficios al de Temperley. “Vi videos, tutoriales, leí, aprendí y eso me ayudó a ser un tester y darme cuenta qué hace el auto”, explicó. Claro como no hacerlo si él lo parió al Chevrolet. “La Chevy estaba 160 kilos arriba del peso al inicio; poco a poco se fue modificando pisos, caños de jaula, llevó tiempo, pero bajé los kilos, aunque hoy sigue unos cuantos arriba”, destacó.
A pesar de todo lo hecho, Calvo no para de trabajar de analizar, de ver… Entonces, Tribuna 2 apuntó a su perfil de piloto y a la evolución como tal. “Soy de controlar los relojes, testear el auto siempre, ya sea en clasifica o en carrera, porque la idea es saber dónde falta, en dónde cuidar, escuchar los ruidos. Creo que soy metódico arriba del auto, a partir de tener dominado lo conductivo”, entendió.
Y sobre su evolución, afirmó: “El GTM ha dado un salto de calidad, de hecho hoy hay 15 autos en un segundo y esto exige. Por eso, se trabajó y se sigue en esa línea, con lo cual me equivoco mucho menos. Si el auto está, meto tiempos como en la última carrera, porque lo puedo llevar bien cometiendo poco errores”.
Es animador del GTM, venía arrastrando una pesada mochila que contenía los tres abandonos consecutivos, pero con carácter y una postura optimista, cambió el mapa, en el que “aprendí mucho, pero me falta mucho todavía”, dijo. La gran ventaja de Diego Calvo es que lo hace con gusto y placer arriba y abajo de un auto de competición.
