
La foto de Diego en el grupo Fans del Rastrojero llamó la atención. Más de 9.500 reacciones y casi 600 comentarios prendieron fuego la publicación.
Los tres Rastrojeros en venta, con un Senda al lado en una agencia de Escobar, ubicada en la colectora de la Panamericana, trasladó a varios integrantes de la página a unas cuantas décadas atrás.
Días más tarde, en otra publicación, Pablo compartió su felicidad con los miembros del grupo: “Recuperé mi Rastro, algo que nunca tendría que haber vendido”, con la foto al lado del Rastrojero azul y otra de la publicación que hizo Diego, en modo de agradecimiento.

Es la historia de un amor…
“Un día, en el 2019, me puse a ver el programa El Galón del Rastrojero y me encantó la onda que tenían las reuniones que hacían. Entré en el mundo del Rastrojero, veía grupos y un día me encuentro con el Rastro. Lo vendía Orlando, único dueño, en Mendoza”, empieza a contar la historia Pablo en diálogo con Tribuna 2.
“Vendí la Dodge RT que tenía, le pedí a un amigo que me llevara a Mendoza a comprar un Bora, porque si le decía que era un Rastro no me iba a llevar y fuimos. Lo compré y le dije a mi amigo que se quedara a dormir, que yo arrancaba y, si me quedaba, lo esperaba al costado de la ruta. Vine todo el viaje a 80 km/h, sin un problema. Fue el viaje que más disfruté en mi vida”, dice el mecánico de Lugano.
En Buenos Aires, lo acomodó un poquito (lo pulió y le barnizó la caja de madera) y lo puso en venta. En el 2022, un empresario y coleccionista se lo compró. Días después, lo invitó a la fábrica y tenía más de 100 clásicos, pero cuando Pablo se encontró con el Rastro, una sensación inexplicable lo invadió.

“Cuando lo vi ahí, entre medio de todos los otros autos, me arrepentí de habérselo vendido. Le dije si me lo devolvía, que le pagaba todo, pero no quiso. Busqué otros Rastrojero, pero yo quería a ‘Seineldín’. Estaba tan apenado y arrepentido que hubo un tiempo que no quería ver más nada”, revela.
Pero el lunes pasado, justo un día antes de su cumpleaños 50, Pablo fue etiquetado en la publicación de la foto de los tres Rastrojeros. “Lo vi con el conito de venta arriba del techo y no lo podía creer. Cuando quise llamar a la agencia, me puse tan nervioso y ansioso que no encontraba la publicación. Llamo, hablo con el hijo del hombre al que yo se lo había vendido, arreglamos, pedí prestado, porque no estaba en mis planes y lo fui a buscar… Fue un lindo regalo de cumple, ja”, relata.
El Rastro ya está en el garaje de Pablo, igual que cuando lo vendió. “El hombre lo tuvo dos años parado, sin usarlo. Ahora es mío y lo vamos a disfrutar, a cuidar y se va a ir conmigo; no lo vendo más”, sentencia, feliz con su máquina.