
La próxima semana, Oreste Berta celebrará un nuevo año de vida y, nosotros, celebraremos que haya nacido en Argentina.
El ingeniero autodidacta que cambió para siempre el automovilismo argentino, creador de “La Fortaleza” en Alta Gracia y protagonista de hazañas como la Misión Argentina en Nürburgring, entre tantas. Un hombre sencillo, metódico y genial, cuyo legado sigue vivo en cada motor que lleva su sello.
Hablar de Oreste Santiago Antonio Berta es hablar de la historia misma del automovilismo argentino. Nacido el 29 de septiembre de 1938 en la localidad de Rafaela, Santa Fe; pero él en Alta Gracia encontró su lugar en el mundo y también el escenario desde el cual revolucionó la manera de entender la mecánica, la ingeniería y la competencia.
No por nada lo llaman “El Mago”: su talento y visión inteligente lo convirtieron en un creador único, capaz de transformar los sueños en motores que rugen y hacen historia en el mundo del deporte motor.
Berta no es un ingeniero convencional: autodidacta, curioso y trabajador incansable, supo adelantarse a su tiempo. Fue el primero en introducir un túnel de viento en el país, cambió para siempre la preparación de autos de carrera y marcó un antes y un después en el automovilismo con la famosa Misión Argentina en Nürburgring, cuando los Torino preparados bajo su dirección corrieron las 84 horas en 1969, dejando huella en el mundo entero.

De aquel joven soñador al fundador de Oreste Berta S.A. en 1968, siempre estuvo presente la pasión. Con su taller bautizado “La Fortaleza”, Berta creó un templo del automovilismo donde no solo se construyeron motores de leyendas, sino también se formaron pilotos y se levantó una escuela de innovación. Por allí pasaron nombres inmortales como los Di Palma y Traverso, entre tantos otros que confiaron en la calidad de su trabajo y proyecto.
Hoy, con más de ocho décadas de vida, Oreste sigue siendo un hombre sencillo, metódico y tranquilo. Amante del campo, la caza y la pesca, deportista desde siempre, practicó deportes como tenis, golf, esquí acuático y windsurf, todavía disfruta de los pequeños placeres: mirar deportes en televisión, alguna buena película y disfrutar de su comida favorita: los langostinos y el salmón, alejándose de las carnes, harinas y azúcares.
La vida en familia lo encuentra en Alta Gracia, acompañado por su esposa y sus tres hijos, dos de los cuales (Brian y Oreste) continúan el legado en “La Fortaleza”, preparando motores para las distintas categorías del automovilismo.

La prestigiosa empresa que fundó es hoy un centro de desarrollos y ensayos modelo en Latinoamérica: un predio de 14 hectáreas con circuito propio y una academia para jóvenes pilotos. Y aunque “El Mago” ya está retirado, su sello seguirá estando en cada motor que lleve su firma.
Oreste Berta es, ante todo, un creador e innovador. Un hombre que supo hacer del trabajo, el estudio y el deporte un estilo de vida. Un argentino que cambió para siempre el automovilismo y cuya obra trasciende categorías, generaciones y fronteras.
Que hoy siga entre nosotros es un motivo de celebración: no todos los días se puede aplaudir a alguien que, con sencillez y genialidad, convirtió a la Argentina en potencia del automovilismo mundial. Por eso, más que recordar su trayectoria, se trata de valorar y homenajear su vida, la vida de un mago irrepetible.








