20 de diciembre: Día del Maestro del Volante
La historia, para ser tal, se alimenta de hechos que le dan forma y razón de ser, tanto como las incrustaciones de fechas en su muro. Para la Argentina, el 20 de diciembre representa una referencia dura, de desolación, como aquel del 2001, pero también ofrece alguna acepción. Es que ese casillero de un calendario concibe una coincidencia entre maestros del volante y en el Turismo Carretera en particular.
Porque un 20 de diciembre, Rubén Luis Di Palma, Roberto José Mouras y Oscar Castellano, en diferentes temporadas, claro, se abrazaron por primera vez a un título y desde allí fueron moldeando la leyenda en que se han convertido en el automovilismo.
Cada uno ha dejado su huella, amados y respetados por ese talento innato que desplegaron arriba de un auto de competición. Cada uno con sus características. Pero la semblanza de estos tres gigantes no puede permitirse desentenderse de la ascendencia de su sabiduría más allá de las cuatro ruedas y del ruido de un motor.
El primero en hacer su aparición debajo las luces del éxito llegó desde Arrecifes, la Cuna de Campeones. El Loco Luis, que dejó una dinastía que sigue sus pasos, armó una dupla perfecta con un Torino, que lo llevó a la cúspide del Campeonato Argentino de Fórmula A (ese año el campeonato del TC se desdobló en dos: uno, el B, para autódromos, y dos, el A, en semipermanentes y carreteras.
La última etapa del Gran Premio unió Zapala con Viedma, unos 1055 kilómetros y la contundencia de Di Palma hizo simple lo complicado; se dio el lujo de tener escoltas de lujo, como Gastón Perkins, Cesar Malnatti, todos con el Toro.
Tras 13 años de aquello, irrumpió Roberto José Mouras. Otro “Toro”, pero de Carlos Casares. Ídolo de Chevrolet y viviente en el corazón de “La 15”, pero una Dodge lo condujo a la victoria. Fue en el Gran Premio de TC en Winifreda (La Pampa). Roberto Mouras lo ganó regulando, con tiempo para regalar y con ello su primera corona.
Para llegar a ese primer alegrón, el Toro debió atravesar por un camino lleno de espinas, luego de sufrir un par de severos accidentes y de armar tres autos nuevos. Y allí apareció un dúo de excelencia, que no salía a las pistas, pero que ganaban en la otra cancha: en los talleres. Es que el equipo del Toro tenía al frente nada menos que a los recordados Omar Wilke y Jorge Pedersoli. Wilke y Pedersoli, una marca registrada en el TC.
El “Gaucho” Jorge Martínez Boero, con Ford, Emilio Satriano, con Chevrolet, el Puma Oscar Aventín, con Ford, Angel Banfi, Chevrolet, los Hermanos Suárez, usuarios de Dodge, Juan María Traverso (Ford), algunos de los nombres ilustres que siguieron a Roberto Mouras en La Pampa.
Se destacó por la paciencia, la reflexión, el estudio, la estrategia. Su perfil resultó una característica de su carrera y que también significó otra de las herramientas que le permitieron un 20 de diciembre de 1987 gritar campeón por primera vez.
El “Pincho” de Lobería siempre fue fiel al naranja, primero con Dodge y luego con Ford, dos Naranja Mecánica. En la Vuelta de Tandil de aquel año de TC en los semipermanentes, Castellano llegaba en pelea mano a mano con el “Vasco” Jorge Oyhanart, referente de Ford y Emilio Satriano, con mandamientos de Chevrolet. Fueron dos series que definían el ganador por suma de tiempos. Edgardo “Valdi” Caparrós, con Dodge, terminó inclinando la balanza a su favor para alzar el trofeo de la carrera y el “Zorro” de Lobería se aseguró su primera estrella con un tercer puesto.
Por otro lado, un 20 de diciembre, pero en 2009, también inscribió su nombre entre los campeones de la ACTC, el piloto de Lanús, Emanuel Moriatis, con un Ford. A esta altura era otro TC, porque su habitat ya había pasado a ser un autódromo, que tomó el lugar de los semi permanentes.
Sea el escenario que fuere, hubo clases hasta un 20 de diciembre: Día del Maestro del Volante.